Todo camino que se inicia desde el amor se emprende con ánimo, inspiración y esperanza…
Hasta que llegan los retos, o se hiere nuestro ego, o nos llenamos de dudas. De repente se levanta una pared que no podemos ignorar.
Estos últimos meses he aprendido a convivir con la pared, en vez de combatirla o cuestionar por qué estaba ahí; entendí que esta no era la mejor forma de derribarla. Comencé entonces a hacer espacio para la frustración y la incertidumbre; a darles la atención que le doy a la inspiración y a la valentía, porque son dos lados de una misma realidad.
Mi primer instinto es paralizarme: aprovecho la oportunidad para mirar hacia adentro, evaluar y, poco a poco, retomar. Llego a la conclusión de que esfuerzo no siempre garantiza el éxito que esperamos. Sin embargo, he podido observar que por más doloroso que sea exponernos, emprender, crear y creer, de alguna forma encontramos las fuerzas para continuar. Decidimos darlo todo otra vez, porque nos importa.
Mariana Guagliano, artista argentina y mi maestra de bordado, habla de “sostener el deseo”. Se refiere a una fuerza que nos supera y que nos mueve, a pesar de las circunstancias o las crisis; nos urge a retomar esa búsqueda implacable de nuestra verdad, y nos anima a hacer algo al respecto, aun sabiendo que nada está garantizado.
Resistir, perseverar.
Trabajando con textiles he observado una fascinante contradicción: así como son frágiles también pueden ser resilientes. Si les ponemos amor, resisten la prueba del tiempo, las más difícil de superar. Si somos cuidadosos, podemos remendar el agujero que parecía no tener arreglo; podemos deshacer el ruedo que nos quedó torcido; podemos cubrir una mancha con un bordado significativo. Y al mismo tiempo, se rasgan con facilidad, se deshilachan en nuestras propias manos, se queman hasta que no queda ni la seña de lo que algún día fue.
Me parece interesante esa dualidad, porque en la vida no todo es blanco o negro. Dos opuestos a veces pueden coexistir: puede haber gozo y duelo, puede haber valor y miedo. En el último año aprendí que “vencer” no se trata de anular lo que nos aqueja, sino de dar un paso a la vez, a pesar de esto. No necesariamente se va, eso sería negar nuestra condición humana. Pero, mientras más accionamos, más confianza logramos reunir; más se acalla la voz del temor, hasta que pasa de ser un fuerte rugido a un débil susurro.
Desde la perspectiva de fe, podemos encontrar múltiples recuentos, historias y porciones de la Palabra donde se nos exhorta a perseverar y resistir; a mantenernos firmes en el camino, y fieles en la espera de las promesas por venir.
Llevo meses meditando en estos dos verbos que nos invitan a cultivar paciencia, disciplina, fidelidad y compromiso. Ya despedimos el 2023, pero aprovecho para enumerar algunas victorias que no quisiera olvidar:
La oportunidad de celebrar el primer año de mi bebé
Viajar y ver Nueva York a través de la inocencia y maravilla de mi hija
Aprender lo básico de la Lengua de Señas Dominicana
Completar un diplomado en Psicología Positiva
Dar un taller de collage textil
Inscribir una obra a la Bienal Nacional de Artes Visuales
Participar en un mercado artesanal
Ir a un taller de costura, conocer personas nuevas y artistas locales
Hacer manualidades con mi esposo
Múltiples visitas al parque en familia
Empezar un estudio bíblico con mis mejores amigas
Aprender más de bordado (historia, nuevas técnicas, distintas interpretaciones)
Leer mucho, y volver a leer fantasía después de más de una década
Y por supuesto, considero una victoria estar aquí otra vez.
Propongo enfocarnos en el próximo paso. Llega un punto en que el miedo a quedarnos igual, a no hacer nada, supera el miedo a equivocarnos o a la imperfección. Estos últimos meses, seguí mi corazón y me trajo a un lugar maravilloso. Ojalá nos demos el permiso de definir lo que es importante, lo que significa el éxito, y tener el valor de emprender esas maravillosas aventuras con las que tanto soñamos…
Resistimos, perseveramos.
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