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Writer's pictureAngie Khoury

Reflexiones de primeriza

Updated: Sep 5, 2022

Cuando estaba embarazada busqué todo tipo de herramientas que pudieran prepararme para la maternidad; y me han sido muy útiles, a nivel práctico es importante saber qué esperar, comenzando por el parto.


Pero no quedaba conforme: no estaba encontrando las respuestas que andaba buscando. Eventualmente, todos los caminos me condujeron a los pies de Jesús, a orar constantemente, leer mi biblia y recordarme verdades y promesas que ahora necesitaba más que nunca. Tenía que encontrar la manera de enfrentarme a la enorme montaña de incertidumbre que se avecinaba, y por muchas semanas cuestioné si iba a ser capaz; si tenía lo necesario, o si iba a sentir ese instinto maternal del que tanto había escuchado hablar.



Lo cierto es que nada ni nadie puede prepararnos para lo que viviremos con nuestro bebe, por el simple hecho de que cada bebe, cada familia y cada realidad es diferente. Nadie podía prepararme para el nivel de cansancio en esas primeras semanas, o para la vulnerabilidad que viene con el posparto, ni tampoco para la intensidad de este nuevo amor. Nada ni nadie nos puede preparar para algo que al mismo tiempo es tan transformador, profundo, difícil, abrumador, hermoso y gratificante.


Siempre supe que quería ser madre en algún punto, y en sentido universal, desde niñas nos condicionan para esto. Podemos idealizar el rol del mismo modo que idealizamos una oportunidad laboral o una relación, sobre todo con la gran influencia de las redes sociales, que presentan un nuevo reto para algunas, en distintos aspectos de nuestra vida, con la constante comparación y otras hierbas aromáticas que parecen ser un mal común, o como le refieren algunos, otro tipo de pandemia.


Quizá no todas las mujeres del mundo opinen lo mismo que yo, y definitivamente no quiero decir que todas están destinadas a ser madres o que todas lo anhelan. Siempre me preguntaba sobre ese instinto maternal que tanto escuchaba en los medios o hasta en mi círculo social, y aunque es cierto que algunas cosas pasarán por instinto, como la constante necesidad de revisar la respiración del bebe, o ese sentido de alerta al escuchar su llanto, muchas otras van desarrollándose con el tiempo, así como un retoño florece en primavera: a su ritmo, sin afán, sin plan, sin poder evitarlo.


Ser mujer hoy en día es interesante, porque vivimos en la complejidad de ser entes multidimensionales, donde balanceamos distintos roles (de la mejor manera que podemos) en base a lo que decidimos y lo que queremos en nuestras vidas.


Sin embargo, seguimos bombardeando a las madres con expectativas; les juzgamos por hacer las cosas como le funcionan; y esperamos que sean excelentes en cada área de su vida, al mismo tiempo y lo más rápido posible. Después nos preguntamos de dónde nacen nuestras inseguridades o nuestra falta de satisfacción, o por qué estamos todo el tiempo a la defensiva…


Creo que nos hemos creído la idea de que la maternidad es siempre innata y que a todas se nos da sin esfuerzo. Pero esta labor requiere de más compromiso, responsabilidad y entrega que cualquier otra; es todo lo opuesto a como naturalmente somos en nuestra condición humana.


La realidad es que nosotras también estamos conociendo a nuestro bebe por primera vez, y aprendiendo sobre la marcha, entre el caos y los constantes cambios; y es en esos momentos que se vuelven tan mundanos donde a veces se nos hace difícil cambiar la perspectiva, enfocarnos y conectar. Entonces, ser madre, formar el vínculo y escuchar ese instinto o intuición, son todas experiencias que vamos aprendiendo y desarrollando.


En estos cortos meses, he identificado que uno de los retos de la maternidad es entender, y aterrizar, nuestras expectativas. Prepararnos para que prácticamente nada salga como pensamos o como esperamos. Podemos trabajar e ir tras nuestros sueños, pero el camino a aquello que definimos como éxito, tendrá que ajustarse y se verá distinto ahora que también somos mamá.


He aprendido que todo fluye mejor cuando cedo el control (que de por si no tenía), dejo la rigidez del “deber ser” y comienzo a abrazar lo que funciona ahora. Esto también va a cambiar, quizá diariamente, a medida que bebé crece y se desarrolla, y nos toca a todos adaptarnos otra vez.


Estar presente es más fácil gracias a mi hija, porque su curiosidad no deja de maravillarme. No quiero perderme ni una de sus sonrisas, ni un vistazo de su dulce mirada. Ahora priorizo mejor y con más intención; distribuyo mi tiempo como nunca antes y trato de sacar el máximo provecho a ese momento de la siesta en que ella está en el canguro, durmiendo pacíficamente, mientras yo hago un esfuerzo para trabajar o hacer algo que disfruto.


Hay días en que no puedo.

Hay días que, en buen dominicano, son un arroz con mango.

Hay días en los que lo más “productivo” que hago es lactar; y a veces es un reto aceptar que eso es más que suficiente. Que ese es mi principal trabajo desde ahora y para siempre: nutrir, consolar, acompañar, cuidar.


En la maternidad hay que rendir muchas cosas ante Dios. Hay que rendir nuestro ego; las carencias que no sabíamos que teníamos, pero ahora son imposibles de ignorar. Hay que rendir la agobiante incertidumbre, la ansiedad y el temor. Hay que rendir nuestras expectativas, nuestra motivación y nuestro propósito. Todo cobra otro sentido cuando entiendes que tu bebe es un regalo divino, una muestra de la fidelidad y la gracia de Dios. Un alma que Él te confió, para guiar, acompañar y amar; así quizás, de aquí a algunas décadas, entender mejor su gran amor y el sacrificio que hizo por todos nosotros.


Mi camino recién comienza; sé que me queda mucho por recorrer, vivir, deconstruir y aprender. Y quiero vivirlo con gozo. Con todo y retos, cambios y temporadas, me esforzaré para responder al llamado con amor, paciencia, abundancia y fe.


"Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino crienlos según la disciplina e instrucción del Señor."

Efesios 6:4



*Foto de portada por Tania Peguero.

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