Este año han pasado cosas increíbles en mi vida, y primero tengo que darle el mérito a Dios por su gracia y fidelidad; por siempre guiar mis pasos y cuidar mi corazón.
No sé si tendría que acreditar estos cambios al hecho de haberme convertido en mamá, pero sin duda este es un factor que diferencia los últimos dos años del resto de mi vida. Para mi propia sorpresa, he adoptado hábitos y prácticas que anteriormente eran realidad solo en papel.
Pero en estos años he podido observar las infinitas capacidades que tienen las madres. Una madre tiene que ser diligente y creativa; tiene que aprender a organizar presupuestos, horarios, citas, salidas en pareja, tiempo para el descanso y tiempo para el trabajo.
Una madre persigue sus sueños no solo por la promesa de productividad o prosperidad, sino porque entiende el carácter eterno y profundo de nuestras acciones. Entendemos a un nivel celular el impacto y la permanencia de lo que hacemos hoy, para nuestro futuro y el de nuestra familia.
Para este año no tenía metas, per se. Simplemente hice una lista en las notas de mi celular donde enumeré cinco acciones, cinco anhelos que susurró mi corazón. La titulé “cosas que de verdad quiero hacer”. Con mis tendencias a procrastinar, y todavía adaptándome a los nuevos ritmos de la maternidad, te imaginarás mi sorpresa cuando me percaté de que, poco a poco, había logrado hacer cada una de esas propuestas, y algo más. Y no estábamos todavía ni a mitad del año.
Eso me llevó a cuestionar, qué fue lo que marcó la diferencia en este 2023, y si las metas de hecho funcionan, en qué condiciones, y qué otros métodos podemos usar para accionar y lograr lo que nos proponemos.
Antes de empezar, es sumamente importante entender que no podemos hacerlo todo al mismo tiempo. Siempre algo tiene que esperar, ceder, o ser sacrificado.
Ahora vamos a la parte práctica: ¿cómo logré lo que quería para 2023 antes de que terminara el año?
1. Anhelos
Pregúntate, ¿qué anhelo? Cuáles son esas cosas que he querido hacer posiblemente por años, y no me he dispuesto a hacerlo. Qué cosas me llenan de energía, alegría, gozo, propósito.
¿Qué cosas suenan divertidas?
A veces es necesario hacernos esta pregunta, antes que cualquier otra. Porque he notado que en ocasiones podemos caer en el juego de crear metas o trazarnos objetivos que se alimentan más de lo externo que de lo que hay en nuestro corazón. Con esto en mente hice la lista que mencioné al principio, y poco a poco dediqué tiempo y esfuerzo a cada uno de ellos, lo que nos trae al segundo punto…
2. Prioridades
Enfócate en una cosa a la vez.
Determina qué tiene más importancia, o quizá qué es más factible hacer primero, ya sea por el tiempo o el nivel de trabajo y recursos que esto requiera. O quizá es un tema de temporada o fecha del año.
Por ejemplo, uno de los anhelos que tenía era ser anfitriona de una noche de chicas en mi hogar, así que se sintió como lo más natural hacerlo en febrero en el marco del día del amor y la amistad.
3. Acciones
Ya elegiste en qué enfocarte primero, ahora vamos a determinar cuál es el siguiente paso: ¿qué puedo hacer ahora mismo?
Uno de los anhelos que cumplí fue dar mi primer taller oficial de arte textil, y cuando me senté a hacer la lista de lo que necesitaba para lograrlo, determiné que la primera acción era investigar y cotizar el espacio. Así fui apuntando qué tenía que hacer después, y le puse fechas a esas acciones.
4. Consciencia
Una observación fundamental de este proceso es que requirió un alto nivel de consciencia de mis patrones, tendencias y hábitos, tanto los que tienden a obstaculizarme como los que tienden a movilizarme.
Hacerme consciente, por ejemplo, del tiempo y cómo administrarlo mejor; entender que si dejo de ver Tiktok por 20 minutos posiblemente puedo hacer algo más productivo y nutritivo. Hacerme consciente de aquello que me abruma y cómo contrarrestarlo, hizo toda la diferencia.
“Aunque tengas miedo, puedes tener valor”.
Algo que me impactó mucho de esta nueva perspectiva, fue la forma en la que cada obstáculo que solía ser paralizante, y honestamente en la mayoría de los casos eran puras excusas, ahora se disipaban mientras más accionaba. Eran capacidades que tenía que desarrollar y cultivar.
Y fue muy conmovedor ver como toda mi familia ponía su propio esfuerzo también, para que yo pudiera hacer lo que anhelaba hacer. Como madre, entiendo la importancia de una comunidad real, que te apoya, te nutre, te entiende, te celebra. Sé que es un privilegio, y por eso estoy eternamente agradecida.
Lo que nos trae a la conclusión más importante: tienes que tratar tus metas y sueños con respeto, compromiso y disciplina. En el fondo siempre sabemos cuáles son aquellas cosas que nos producen movimiento, aprendizaje y acción, porque son las mismas cosas que nos importan de todo corazón. Lo que perseguimos, o más bien cultivamos, casi porque lo necesitamos.
Siempre trato de ser cuidadosa con este tema, porque hay una cultura de productividad que puede ser muy dañina. Nunca debemos reducir nuestro ser y nuestra identidad a lo que hacemos o logramos. Pero tampoco es justo mantenernos pasivos toda la vida: sin movernos para llegar a donde queremos estar.
Porque sin acción no hay fe, ni crecimiento, ni tropiezos ni victorias.
Pero, como leí alguna vez, la acción conquista al miedo.
“Pónganse como objetivo vivir una vida tranquila, ocúpense de sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como los instruimos anteriormente” – 1 Tesalonicenses 4:11
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