Ok, acepto que el titular pudo haber sido más humilde, pero quédate conmigo.
En mis 28 años de vida, como cualquier otro ser humano, he tenido que tomar cientos de pequeñas y grandes decisiones. Con algunas acerté, con otras no tanto.
Lo interesante de esto es que, aunque todos queremos tomar la decisión correcta siempre, no necesariamente podemos “predecir” un error. Solo lo identificamos como tal desde otro punto de vista, cuando estamos lidiando con las consecuencias. Y en este caminar nos encontramos con un sinnúmero de situaciones y experiencias que viviremos sin haberlo decidido o controlado.
Pero, así como hay mucho que no depende de ti ni de mí, también se siente bien tener responsabilidad por nuestra propia vida, y lo que hacemos de ella, con cada decisión, cada error y cada acción.
Una decisión correcta es aquella que te da paz. Entre varias opciones es la que se siente más armoniosa con tus valores, tus anhelos y tu esencia. Ojo, no es necesariamente la más fácil; de hecho, en ocasiones puede sentirse momentáneamente incómodo tomar la decisión correcta, porque quizá nos obliga a salir de nuestra zona de confort o a ignorar lo que conocemos como cómodo o normal. El concepto de la decisión correcta es subjetivo, porque además de la dirección que nos da nuestra moral, cada decisión es tomada con las herramientas y con la información que poseemos en un determinado momento.
En los últimos años hemos visto el concepto de la fatiga de decisión (o decision fatigue en inglés). No todas y cada una de las decisiones que tomamos a diario son trascendentales o generarán un cambio radical en nuestra vida. Cosas como lo que vas a desayunar o cuales zapatos usar, si cortarte o no el cabello, son micro decisiones que no deberían causarnos mucha ansiedad. Algo que implemento para evitar este tipo de fatiga y su consecuente parálisis es la planificación.
Pongo en marcha estrategias como el uso de mi agenda personal, un calendario familiar y planificación de menú semanal, y he notado que mis días fluyen con mejor ritmo, me siento menos agobiada y más relajada.
Ahora bien, cuando hablamos de decisiones importantes, que pueden ser trascendentales para tu vida y pueden impactar tu bienestar o seguridad, hay otro curso de acción que suelo tomar.
1. Ora por sabiduría y discernimiento
Esto parece lo más simple o lógico para algunos, pero en muchas ocasiones nos apresuramos a tomar decisiones sin antes consultarlo con Dios. Lo primero es orar, iniciar una conversación y ponernos de acuerdo con El, pidiéndole por sabiduría y discernimiento.
“Señor, gracias porque me otorgas la sabiduría y discernimiento que necesito para vivir de acuerdo a tu voluntad. Tu eres mi fuente de motivación, inspiración y fortaleza, y declaro que tomo buenas decisiones, incluso cuando es difícil. En el nombre de Jesús, amen.”
2. Conecta con tu espíritu
Pon en práctica eso que te permite conectar con tu espíritu y con Dios. Una excelente forma de hacerlo es escuchando y cantando alabanzas. También me funciona mucho escribir; a veces escribo mis oraciones, o sobre algo que estoy aprendiendo, sobre lo que me preocupa o lo que anhelo. Esto siempre me ayuda a llegar a ese estado de ligereza, y es esencial estar en un punto “frío” espiritual y emocionalmente; no dejarnos llevar por algo momentáneo para tomar una decisión cuyo impacto puede prevalecer en el tiempo.
Aunque nuestras emociones son importantes indicadores, creo que debemos verlas como herramientas y no como brújulas. En nuestro espíritu habita la Verdad por la cual debemos dejarnos guiar.
3. Escucha lo que dice tu cuerpo
Ahora la otra cara de la moneda: nuestro cuerpo.
Un “full body yes/no” es un concepto que he escuchado últimamente, quiere decir “un sí/no de cuerpo completo” y se refiere a prestar atención a lo que nos dice nuestro cuerpo sobre una determinada opción o posibilidad.
Nuestro cuerpo está siempre comunicándonos algo. Quizá ante una decisión importante sentimos que se nos acelera el corazón, tal vez una opresión en el pecho. O por el contrario nos sentimos ligeros y gozosos. Más allá de la emoción, es interpretar la sensación física que nos provoca y realmente reflexionar sobre su mensaje.
4. Termómetro de paz
Este es el punto que crea el desenlace, y lo que ayudará a disipar cualquier confusión. Esta opción que estás considerando, ¿te da paz? ¿Se siente liberadora, armoniosa con tus valores, tu bienestar y con la forma como quieres vivir?
O, por el contrario, ¿se siente como un atentado a todo lo que anhelas y todo lo que crees, en lo más profundo de tu ser?
Hazte las preguntas difíciles y contéstalas con honestidad. Evalúa tu corazón y tu espíritu, y confirma si sientes paz verdadera, no la confundas con complacencia ni con pena, ni siquiera la confundas con alegría. Toma tu decisión desde la verdad, la paz y el amor, no desde el temor, ni la conformidad.
5. Medita en la voluntad de Dios
La Palabra dice que la voluntad de Dios es 1) buena, 2) agradable y 3) perfecta.
“No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.” - Romanos 12:2
Este es un excelente "colador" a través del cual podemos evaluar nuestras decisiones.
Hace poco escuché esta prédica por Kelly Spyker de la Iglesia Más Vida, donde compartió tres preguntas que podemos hacernos para ponernos de acuerdo con Dios y su voluntad para nosotros, y me parecen muy oportunas también para ayudarnos a tomar decisiones:
1) ¿Esto honra a Dios?
2) ¿Esto bendice o perjudica a alguien?
3) ¿Esto me edifica? ¿Fortalece o debilita mi fe?
Hay algo muy importante que debemos siempre recordar: tener la certeza de que, aunque nos equivoquemos (y nos vamos a equivocar), el propósito de Dios para cada una de nuestras vidas no se verá afectado si lo buscamos, porque El obra todas las cosas para el bien de quienes lo aman y para El no hay nada imposible.
Si lo piensas bien, te darás cuenta de que en realidad hay pocas cosas que son irreversibles. Claro, cada acción y decisión trae su consecuencia, pero por gracia Dios es capaz de redimir cada “error” para su gloria y honor. Lo más importante a la hora de tomar una decisión, es rendirnos ante El y saber que Él tiene el control.
“Porque yo sé bien los planes que tengo para ustedes, dice el Señor. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.” - Jeremías 29:11
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