De todos lo viajes que soñé, ¡nunca se me ocurrió “cruzar el charco”!
Jamás pensé que iría a China, pero Dios es bueno y creativo; muchas veces suple una necesidad antes de que sepamos que existe.
Gracias a esta oportunidad pude aprender de la industria textil, un arte que por generaciones le ha dado propósito y sustento a mi familia. Además, resultó que quedé completamente fascinada por este país y su cultura.
Viajé con mi tío, una persona con quien siempre comparto buenas conversaciones y aún mejores carcajadas, así que fue un excelente compañero en esta aventura. La trayectoria que seguimos fue de Santo Domingo a Newark, en un vuelo de aproximadamente cuatro horas. Descansamos esa noche y la mañana siguiente partimos de Newark a Shanghái en un vuelo de 14 horas.
El viaje de ida fue completamente agotador. Cuando íbamos por la mitad ya había visto tres películas, y me dolía todo el cuerpo. Para el viaje de regreso me preparé mejor: me estiré bastante antes de abordar; también tomé suplementos para ayudarme a descansar gran parte del vuelo, lo cual recomiendo.
La diferencia de horario es de 12 horas, y el jetlag es muy real. A las seis de la tarde ya estaba bostezando, porque en mi tiempo eran las seis de la mañana; pero después de un par de días y mucho café, nos fuimos adaptando.
Tres cosas que me sorprendieron
Los baños públicos. Había escuchado historias, pero hasta que no los vi en persona, ¡no lo creí! No daré muchos detalles, pero solo digamos que en muchos baños públicos no hay inodoros como los conocemos aquí, sino un artefacto plano pegado al piso, bastante difícil de usar para quien no esta acostumbrado.
Poco espacio personal. Las personas en China, al menos en las zonas que visité, son bastante expresivas y me pareció que en general hay muy poco concepto del espacio personal. Creo que esto se debe a que las ciudades siempre están sobrepobladas y por ende lo mismo sucede en los espacios públicos.
Redes sociales. En China no funciona Google ni las redes sociales a las que estamos acostumbrados por aquí. Después de una breve investigación descubrimos que bloqueando nuestra ubicación podríamos usar WhatsApp y de este modo mantener la comunicación con nuestros seres queridos. Me sorprendió muchísimo la tecnología y las redes sociales que usan allá, ¡pues son completamente diferentes!
Tres cosas que amé
El clima. Ya que estoy acostumbrada a los tropicales 90 grados de mi media isla, el aire fresco y las bajas temperaturas en China fueron un agradable cambio; viajamos en marzo, y la temperatura llegó a los 40 grados Fahrenheit. Y claro, también fue una buena oportunidad para usar un poco de moda invernal.
Los museos. Me fascina visitar museos en cada lugar que visito, y esta no fue la excepción gracias a nuestros anfitriones. Desde la arquitectura y la distribución, hasta las distintas colecciones y exhibiciones, me encantaron los museos que visitamos, que fueron el Museo de Shanghái y el Museo de Seda en Hangzhou.
El servicio al cliente. Quedé completamente impresionada por el sentido de servicio al cliente en cada tienda que visitamos; hacen hasta lo imposible porque las experiencias de compra sean cómodas y de lujo (¡hasta te dan pantuflas en los probadores!).
Tres cosas que aprendí
Algunas palabras. No soy ninguna experta ni hablo mandarín, pero al menos pude aprender a decir hola, gracias y hielo (jeje).
Sobre tejidos. Tuvimos la oportunidad de visitar varias fábricas textiles, lo cual fue muy impresionante. Las maquinarias, los tintes, ¡es un proceso increíble! También aprendí bastante sobre la seda, ya que es un tejido históricamente característico de esta área.
A tener la mente abierta. Viajar tan lejos, y a un lugar donde la cultura y las costumbres son tan distintas, es una experiencia que sin duda te ayuda a tener la mente abierta. En mi caso tuve que practicar esto con la gastronomía. Y descubrí que hay cierta humildad al respecto también, porque me hizo sentir insignificante, pero en la mejor forma posible.
Hay tanto arte por ver, gastronomía por saborear e historias por presenciar en este mundo inmenso… me siento agradecida y afortunada por haber podido emprender este viaje, y espero poder regresar algún día.
En uno de los lugares turísticos que visitamos, me topé con varios arboles llenos de camelias florecidas, lo cual fue muy hermoso porque me encantan estas flores, aunque nunca había podido verlas en persona. Creo que estas pequeñas coincidencias son un testimonio de que Dios presta atención a cada detalle y cada anhelo de nuestro corazón, por insignificante que parezca.
Comments