En los últimos cinco meses mi creatividad (entre otras cosas) ha sido puesta a prueba. La prioridad de mis días es cuidar y acompañar a mi bebé, por lo que muchas veces la puerta de mi estudio en casa permanece cerrada por días antes de disponer del tiempo para sentarme a crear.
Pero también he descubierto que hasta para “maternar” hay que usar nuestra creatividad; cada día es distinto y trae sus propios desafíos, que requieren implementar estrategias de todo tipo para asegurar el bienestar tanto mío como de mi hija.
Pero, ¿es posible crear con una bebé? Aquí están algunas lecciones que he aprendido al respecto.
Expectativas bajo vigilancia
Se crea cuando se pueda, como se pueda, donde se pueda. Me he despojado de la idea de crear disfrutando de una taza de café, con los rayos del sol entrando por mi ventana, y Frank Sinatra dando ritmo a mis ideas. Suena excelente, hasta romántico, pero por el momento es otra mi realidad. Me siento a crear cuando sé que mi hija está de buen humor y puede entretenerse de manera independiente por unos minutos; a veces me distraigo con sus risas y conversaciones, pero hago lo que puedo y lo disfruto.
Es tan sagrado como la idea en mi mente.
Progreso lento pero significativo
He aprendido que vale la pena progresar lentamente; trato de no apresurarme o interponerme ante mis propios objetivos, y no dejar de dar un paso porque parece pequeño. Progreso es progreso y cada paso me acerca a donde quiero estar, o más importante, a cómo me quiero sentir.
Antes me tomaba el tiempo con cada proyecto simplemente porque podía. Lo saboreaba todo. Ahora lo hago porque es la única manera factible, y trato de saborear y celebrar cada paso con fervor, porque cada esfuerzo es más significativo.
El miedo a la gaveta
Trato de animarme a intentarlo, aunque fracase. Me recuerdo que para crear hay que saber fluir, cambiar de trayectoria, o incluso empezar de cero en muchas ocasiones. Y todo eso está bien. Hago un esfuerzo por no permitir que el miedo robe mi paz o mis ganas de intentarlo. Al final del día, lo hago porque quiero y lo necesito: para crecer, reflexionar, explorar.
No será perfecto, pero tampoco es imposible
En conclusión, si se puede. Quizá hay nuevas trabas en el camino; quizá conlleva más estrategia y planificación en ocasiones; pero es posible. Ahora, para hacerlo, y disfrutarlo, hay que entender que no será “perfecto”. No vale la pena entorpecer nuestra creatividad con perfeccionismo.
A nivel práctico, esto es lo que hago:
Determinar en qué momento será más factible, en coordinación con la rutina de mi hija.
Tener herramientas a mano para que ella también esté entretenida y/o aprendiendo.
Anotar pendientes y prioridades; de ese modo no pierdo el tiempo pensando en qué hacer.
Pedir ayuda si la necesito; por ejemplo, para trabajar proyectos más elaborados o con tiempo límite de entrega.
Cambiar mi perspectiva y ser intencional. Entender que el progreso será lento: aceptarlo, abrazarlo, y disfrutarlo así.
“Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos”.
Proverbios 31:13
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